De diez, un veinticinco. Esa es la nota que Manuel Martos le ha dado a Alfred García en la primera parada de su #1016Tour en una Joy Eslava (Madrid) que colgó el cartel de “sold out” tan solo unos minutos después de que salieran a la venta. Alfred tenía muy difícil cumplir con las expectativas de los fans porque estaban por las nubes, pero el catalán traspasó la línea y dio un concierto que solo podría haber dado una estrella.
Mucho antes de que Alfred sacara al mercado 1016 sabíamos que se llamaría así por ser el número de casting con el que entró a Operación Triunfo, el programa que le ha dado alas a su carrera musical. Seguramente haya sido el concursante que mejor supo aprovechar su estancia en la academia ya que no solo estuvo ahí para aprender y versionar canciones, sino que le dedicó mucho tiempo a componer y a interpretar sus temas propios, como “Londres” o “Barcelona”, para que la gente lo conociera como artista además de como concursante.
Antes de que empezara la primera canción, y con las luces aún apagadas, pusieron una grabación de audio de distintos momentos clave del programa, como cuando Joe le dijo que compraría su vinilo cuando lo sacara al mercado, un fragmento muy breve de “Que nos sigan las luces” o diferentes fragmentos de entrevistas. No tardó demasiado en salir a escena para poner patas arriba a la Joy Eslava con un “1016” cargado de recuerdos, cicatrices y aprendizajes seguido de un “Insurrección” lleno de rock, de canallería y de buena vibra. Ambos temas recuerdan a OT, uno por hablar de ello y el otro por haberlo versionado en una de las galas, por lo que además de llevar arriba al público, estas dos canciones también sirvieron para cerrar todas esas bocas que afirman sin ningún sustento que Alfred reniega del programa y de todo lo que tenga que ver con él. Nada más lejos de la realidad.
El cantante empezó fuerte, pero quiso seguir aumentando las pulsaciones del personal con una de las canciones preferidas de muchos de los asistentes: “Que nos sigan las luces”. La gente sacó los móviles para usar sus linternas y moverlas al ritmo del tema que pudo haber ido a Eurovisión y cantó la canción entera, desde la letra hasta las notas de las trompetas. Hay que hacer mención de la banda que acompaña a Alfred: todos y cada uno de ellos estaban alucinados con lo que estaban viviendo. Se podía ver en sus ojos la ilusión y lo muchísimo que estaban disfrutando, algunos no pararon de sonreír en todo el concierto y, además, son unos músicos muy buenos y capaces.
Después de agradecer al público el haber venido y de bromear un poco con ellos, se sentó al piano por primera vez para regalarnos un precioso “Barcelona”. Sobre el piano había una pequeña construcción de cartón piedra que replicaba a la corteza de Marte: era de color marrón anaranjado, la textura simulaba ser una roca y había grietas de las que salían luces rojas. Además, en momentos puntuales salía humo del piano mientras Alfred cantaba. Por si todo esto no fuese suficiente, las luces estuvieron muy acertadas y le dieron muchos puntos a la atmósfera de las canciones, sobre todo de las baladas, como lo es “Barcelona”. En vez de ser el primer concierto de su carrera, parecía llevar mil. O mil dieciséis. El futuro de este artista es muy prometedor.
La primera colaboración de la noche llegó a la Joy Eslava: una tímida Pavvla subió al escenario para cantar “Wonder”, un tema inspirado en los atentados que hubo en Barcelona en 2017. Al principio el micrófono de la catalana tenía el volumen un poco bajo, pero en seguida los técnicos de sonido (que siempre fueron muy rápidos y resolutivos cuando se presentaba algún problema) se lo subieron para que las voces de ambos cantantes sonasen a la par y se pudieran preguntar ese “and I wonder if you wonder about me”.
Alfred volvió a sentarse en el piano para hacernos despegar con un “De la Tierra hasta Marte” que hizo temblar la sala entera. No podemos decirle cómo huele el frío, de dónde viene el viento o cuándo acaba el cuento, pero en ese momento solo queríamos que no terminase nunca. Dice la canción que “para cada problema tú tienes ese remedio” y no puedo evitar recordar cómo Pablo López le decía a un concursante de La Voz tras ver su actuación que era una persona que con su música era capaz de curar personas, porque eso es exactamente lo que hizo el chico de El Prat de Llobregat.
La banda entera se fue para que Alfred interpretase “La Ciudad” al piano. Todo iba con normalidad y el sonido era casi idéntico que en el disco, si acaso un poco más intenso debido a los silencios brevemente más largos que en la versión de estudio, pero de pronto entró la banda y todo se volvió muchísimo más apasionante gracias a ellos, que fueron de menos a más: primero la batería reventó los platillos en el último estribillo, donde Alfred se fue, y poco a poco se fueron sumando todos los integrantes.
Para “Volver a empezar”, Alfred llegó al escenario con otro vestuario y una guitarra diferente que soltaría en mitad de la canción para poder compartirla con sus seguidores de forma mucho más cercana: el cuarto finalista de Operación Triunfo bajó al público para cantar con ellos y, en señal de agradecimiento, dar aplausos mientras giraba sobre sí mismo, dando a entender que iban dirigidos a todas y cada una de las personas que habían comprado una entrada para poder ir a verle. Todo esto mientras la banda seguía tocando y manteniendo la adrenalina del público por las nubes. Normal que nadie, absolutamente nadie, saliera del concierto sin querer repetir.
La siguiente sería “Londres”, una de las que los fans ya se sabían antes de que Alfred saliera de la academia. La interpretó al piano iluminado por unos focos azules que, con todo en suma, crearon una atmósfera única en la que más de una persona terminó soltando alguna lágrima de pura emoción. En el que tendría que haber sido el último estribillo, comenzó a salir un montón de humo del piano y hubo ciertas diferencias instrumentales con respecto al disco que se decidieron cambiar para darle más fuerza e ímpetu al directo. La canción “terminó”, pero Alfred se levantó, agarró el micro y repitió el estribillo para que el público le siguiera. Ocurrió una segunda vez, y después una tercera. Para la cuarta, que sería la última, volvió al piano para tocarla, pero con un sonido algo más triste, más melancólico y reflexivo. A fin de cuentas, “¿qué es Londres sin ti?”.
Si ya había alguna lagrimilla cayendo por la cara de algunas personas, “Por si te hace falta” fue el sumun del llanto (protagonizado por Roi Méndez desde las gradas). Cantar un tema como este, que fue escrito y dedicado a sus últimos compañeros en la academia cuando las emociones estaban a flor de piel y donde vivieron la etapa más feliz de sus vidas, tiene que revolver por dentro tantos sentimientos que realmente debe ser muy difícil hacer una interpretación donde la emoción no sea tan desbordante que acabe por apagar la voz. Sin embargo, y aunque toda la Joy Eslava terminase con los pelos de punta, Alfred fue un profesional de los pies a la cabeza y consiguió que su actuación brillase tanto en la parte vocal como en la emocional e interpretativa.
El tono del concierto cambió radicalmente cuando volvió a coger su guitarra eléctrica y le gritó al micrófono ese “Llévatelo, llévatelo” con el que empieza “Sevilla”. El público cantó cada una de las palabras de la canción y, en los estribillos, alzó los brazos, que se movían a ritmo de la melodía de una de las canciones favoritas de la compañera de edición de Alfred, Marina, que estaba dándolo todo como una fan más. Seguidamente, arrancó un “Lo que puedo dar”, donde, de nuevo, la banda hizo un trabajo fantástico. Lo mejor del concierto de Alfred no fue ni él, ni su voz, ni su banda: lo mejor fue la combinación de todos estos elementos, que juntos hacen una coreografía de sonidos que te sumergen en un baile al que te acabas uniendo por mucha resistencia que le intentes poner. Al final del tema, Alfred sacó el trombón y tocó durante unos segundos, pero no fue demasiado tiempo, ya que quiso presentar a la banda que le acompañaba y darles su momento de protagonismo a cada uno de ellos.
“No cuentes conmigo” llegó con la segunda colaboración de la noche, Carlos Sadness. Alfred cantó al piano mientras Carlos lo hacía desde el escenario bailando de manera un tanto peculiar. Daba la sensación de que se estaba balanceando al ritmo de la música, lo cual quedó bastante bien. Al final del tema cantaron juntos, ya que Carlos se sentó al lado de su amigo, demostrando una complicidad y un cariño que consiguieron transmitir al público a la perfección. Cuando se fue a despedir, Carlos preguntó si queríamos a Alfred. Cuando todos respondimos que sí, él contestó que no nos equivocábamos de persona.
Por fin “Madrid” pudo cantar con Alfred la canción que le escribió a su ciudad; una ciudad que lo tiene todo: a los Pereza, el orgullo, los teatros, ¡tiene hasta a Nerea! Seguramente sea la canción que más gana en directo. Ese estribillo eléctrico sumado a las trompetas y la batería de fondo llenan de energía al más parado, y si luego, al terminar el tema, lo encabalgas con la parte final del “Bohemian Rhapsody” de Queen… No hay ni un solo “pero” que poner. Bravo.
La banda al completo, salvo Pol, que ocupó el piano, abandonó el escenario y encadenó tres temas preciosos que le pusieron la piel de punta a todo el mundo. Comenzó con un “Et vull veure” seguido del “Vete de mí” de la Gala 9. Para rematar, y como dijo él, “una canción por la que le consta que muchos de los allí presentes lo empezamos a seguir”, “Amar pelos dois”. Para este último tema, el trompetista entró a escena para darle una dosis de magia extra a la actuación.
“Let me go” fue una fiesta con letras mayúsculas. ¿Por qué hizo un tema tan largo? preguntaban cuando sacó el disco. Pues porque es muy bueno. La parte instrumental es la mejor de todo 1016, y si no, solo hay que ir a un concierto del catalán para convencerse de ello. Queen lo demostró y Alfred lo volvió a hacer el 28: un tema largo puede ser una obra maestra, y aunque haya quien dice lo contrario, ahí están los artistas, callándoles a canciones.
Todos se marcharon al backstage, pero en seguida Alfred volvió para decirnos que se encontró a alguien con quien compuso una canción y que le había pedido cantarla en directo: Rayden. Parece ser que la canción se llama “Comunicado oficial”, pero como no ha salido, esto aún podría cambiar. Es una canción lenta donde se mezcla el rap urbano de Rayden con la melodía baladística de los estribillos de Alfred, que afirma que “sigue sintiendo la cornada”, que alguien “lloraba mientras la cagaba” y que “él hacía de tripas corazón”. No hay que aventurarse a ponerle nombre propio a ese alguien porque es una canción compuesta por los dos y, además, no tiene por qué estar basada en ninguna historia real. Si hay algo que contar, lo contarán, y si no, lo único que debemos hacer es esperar a que saquen la canción para poder hacer nuestra. Para terminar, Rayden improvisó unos cuantos versos muy acertados y se despidió del protagonista de la noche.
Ahora sí: el concierto llegó a su fin. Rompiendo moldes y esquemas, Alfred decidió terminar con un mashup de cuatro baladas que pusieron fin a una noche tan dulce y delicada como enérgica y apabullante. La primera de ellas fue “360”, una de las canciones que se quedaron fuera del disco. Fue seguida de “Sorry”, “Don’t stop the music” y, como no podía ser de otra forma, un breve fragmento del “City of stars” que siempre formará parte de él.