Este fin de semana terminó el primer tour de Agoney Hernández, siendo un éxito rotundo no solo en asistencia, sino también en la satisfacción que ha producido en sus fans. Antes de empezar los conciertos, estando en la cola, me tomé la libertad de preguntar a gente que no conocía de nada (para que las respuestas fueran más imparciales) qué se esperaban del concierto, qué se imaginaban y qué creían que sentirían. Me respondieron que estaban nerviosos, que seguramente llorasen mucho, que se iban a emocionar…  y así fue. No solo cumplió con las expectativas, sino que las superó. La prueba está en que muchas personas que solo tenían pensado ir al concierto de su ciudad terminaron viajando a varios lugares de España para repetir.

Agoney tiene algo muy necesario en la carrera de un artista, aunque a veces pueda jugarle una mala pasada a nivel personal: su exigencia consigo mismo. Quiere que todo salga lo mejor posible, que su voz esté al cien por cien durante la hora y media de actuación, que todas las luces estén tal y como él lo planeó,que no haya ningún problema de sonido… es una de las razones por las que ha mejorado tantísimo desde que le vimos por primera vez en aquel concierto de OT en el Palau Sant Jordi. Su gran potencial artístico y su enorme corazón han llegado a cautivar a personas como Mónica Naranjo, quien le ha ayudado muchísimo para que cada concierto supere al anterior y llegar al punto en el que está. La exigencia que se impone para hacer perfectas sus actuaciones y la ayuda que está teniendo de profesionales tan importantes como Mónica han sido puntos clave para que todos los que hemos ido a los conciertos terminemos adictos a las “Agobolas”. Además, cada vez se le ve más cómodo en el escenario. El último concierto, que fue en Zaragoza, es el favorito de muchos de los que han repetido fechas porque fue el más íntimo, donde más se le vio disfrutar. No debe tener miedo a que haya fallos, pues son cosas del directo que todos entendemos. Nos gusta su voz, su carisma, su interpretación, su personalidad, el mimo con el que canta sus temas, su fuerza, su garra, su libertad. Nos gusta Agoney libre, y el Agoney de Zaragoza, que estuvo más pendiente de disfrutar y con sus fans que de ver si todo iba perfecto, fue más libre que nunca.

Me gusta saber que no soy el único que piensa esto último, y lo sé porque cada vez hay más proyectos y personas que participan en todo lo que se prepara para intentar devolverle aunque sea una pizca de la emoción que transmite en cada concierto. Gracias al Club de Fans Oficial, a Agoney Updates, a los Who de Agoney, a las Jamigas, a las Agonettes, siempre pendientes de todo (como bien dijo en el último concierto) y gracias a todas las personas por hacer que Shows on Demand, la empresa que ha hecho posible esta gira, alucine por todos los gestos de cariño y fidelidad que se le han regalado al artista. El cariño debe ser mutuo, ya que cuando tenía la oportunidad de interactuar con el público, lo hacía sin pensarlo y de mil formas distintas: hablando con ellos, gastándoles bromas, dándoles el micro en algún estribillo para cantar juntos, bajando del escenario para compartir de cerca un cierre de concierto… se agradece muchísimo la cercanía con la que el canario trata siempre a sus fans. Dice mucho de su persona y de lo que es la música para él: algo para compartir, para transmitir y para disfrutar. No es ninguna competición de números o ventas, y tampoco es cuestión de dinero. Es cuestión de emoción.

Otro punto a favor de sus directos es que siempre ha habido invitados especiales que le han dado un toque distintivo al resto de conceirtos. Han estado con él Ricky y Alfred, pero también estuvo Marc, de Valencia. Estuvo Pol, de Barcelona. Su amiga Ainhoa, que tiene una voz mágica, y la que durante tanto tiempo fue su profesora, Alejandra Mereb, acompañándole al piano; también estuvo Néstor con su guitarra para esa balada tan bonita. Todas las colaboraciones han sido igual de especiales porque todas han tenido la misma razón de ser: el amor a la música.

Cada concierto ha sido diferente, pero no por las colaboraciones o porque cantara temas distintos; de hecho en casi todas las ciudades cantó las mismas canciones, haciendo variaciones de tan solo uno o dos sencillos. Adeje, Madrid, Valencia, Barecelona y Zaragoza. Cinco fechas, cinco ciudades, cinco conciertos con cinco mil sensaciones diferentes. Tal vez por esa sensación de haber estado en conciertos totalmente distintos ha conseguido enganchar tanto a su público: lo único que tienes seguro cuando vas a verle es que el dinero de la entrada, las horas de cola y el día libre que has tenido que pedirle a tu jefe para ir a verle, merecen la pena. Las emociones que transmite en directo siguen siendo tan intensas como la primera vez que lo viste, aunque ya sea la quinta vez en la que hayamos podido escucharle cantar su «Quizás» o su “Purple Rain”.

Si hay algo que Agoney deba mejorar es que tiene que dejarse llevar un poquito más, sin tener tan en mente que todo debe salir perfecto, pero es cuestión de tiempo y de experiencia. Ninguno de sus fans busca la perfección en nada, solo quieren que su voz siga tocando su parte más íntima, que su voz siga acariciando esos pensamientos que por una razón u otra intentamos esconder. Lo único que quieren sus fans es escucharle cantar todo el tiempo que sea posible y, así, poder volar con él.